Y acá estamos. Acá sigo, parada, de pie. Viendo cómo es que otros se llevan lo único que pude lograr. Y yo me quedo inmóvil, no puedo hacer nada. No hay derecho de reclamarlo.
Llegué al punto de preguntarle al cielo qué tan caro es el precio del amor, para pagar demás y que me deba algo.
Hoy dejo mi boca cerrada y corto la respiración. Porque nada puede hacerme sentir mejor. Ningún logro, ningún amor, ninguna persona.
Se que existe esta distancia, que el tiempo no sabe de extrañar. Y ahora están jugando a construir una máquina para regresar. Todos los que tenemos los pies firmes a la tierra, los que criticamos, arreglamos y rompemos, podríamos vernos desde lejos a nosotros mismos haciendo mal lo que era crucial.
Es necesario estar sola, con música deprimente que aumente mi tristeza al más diez, cantar bien alto, gritar y romper cada cosa que me moleste.
Cómo duele no saber decir lo que quiero contar.